Después de disfrutar de Sagres, por la tarde fuimos a visitar el Cabo de San Vicente y ver la bonita puesta de sol desde este lugar que culmina de forma espectacular la costa del Algarve portugué.. Como todavía faltaba un par de horas para la puesta de sol, de camino por la única carretera que va al Cabo San Vicente, paramos primero en la playa de Beliche y después nos dirigimos a la Fortaleza de Beliche.

Playa de Beliche

La playa de Beliche es una pequeña bahía encajonada por espectaculares acantilados. Resguardada de los vientos, esta playa se encuentra entre la punta de Sagres y el Cabo de San Vicente. Como la mayoría de las playas de Sagres, es muy buscada por los amantes del surf y el bodyboard.

Fortaleza de Beliche

La Fortaleza de Beliche está estratégicamente situada para proteger la costa del Algarve. No se sabe con certeza la época de esta construcción militar, pero se sabe que, en el siglo XVI, ya existía un escudo de D. Sebastián. El fuerte sufrió varias destrucciones durante siglos, entre 1587, con los ataques hechos por el corsario inglés Frank Drake, y los terremotos 1755 y 1969. La cúpula redonda blanca que se ve en las fotos, es una pequeña capilla votada a Santa Catarina, mandada erigir por el Infante D. Henrique.

Actualmente está cerrada al público, debido a su posible desmoronamiento, por lo que dimos una vuelta con mucho cuidado por los laterales de la fortaleza. Se obtienen unas vistas increíbles del Cabo de Sagres.

Con estas bonitas vistas desde la Fortaleza de Beliche, pusimos rumbo ahora sí, al Cabo San Vicente.

Cabo San Vicente

El Cabo de San Vicente es un accidente geográfico situado en el extremo sudoeste de Portugal, aunque el historiador griego Estrabón dijo que era el “punto más occidental de Europa y del mundo habitado”, ambas cosas no son ciertas. El honor de ser el enclave más occidental de la Europa continental lo tiene el Cabo da Roca en las inmediaciones de Sintra. El Cabo San Vicente se encuentra a unos 3 km de Sagres y se le conocía en tiempos romanos como Promontorium Sacrum, lugar dedicado al dios Saturno. En el cabo hay una antigua fortaleza visitable y un faro. El lugar ha sido testigo de hasta tres grandes terremotos y tres enormes batallas desde 1720.

En el Cabo San Vicente todo impresiona: la majestuosa vista, la altura de los acantilados, el vértigo ante la grandiosidad e inmensidad del mar, el permanente sonido del viento, el embate de las olas y los bellos atardeceres,  en los que un sol naranja se difumina en el Atlántico, se apaga al fundirse lentamente con el agua, de tonalidad grisácea la mayor parte de los días.

Faro

El primitivo faro fue sustituido en 1606 para después cambiarse por otro nuevo en 1864. En la actualidad, es controlado automáticamente desde Sagres. No es demasiado alto, mide sólo 28 metros y forma parte de la Fortaleza de San Vicente que data del siglo XVI. Su posición estratégica para el tránsito de navíos hacia el norte de Europa obligó a la construcción de una fortaleza de vigía. La luz del faro puede verse a 45 kilómetros de distancia y es una de las más brillantes de Europa.

Como faltaba todavía una hora para la puesta de sol, aprovechamos para dar algo de comer a nuestras amigas las gaviotas.

Las gaviotas tenían sus discusiones por la comida, como toda buena familia.

Destacar los altísimos acantilados, desde los que se tiene unas vistas fantásticas del océano. La vegetación que rodea al cabo es bastante escasa, ya que estamos ante un paisaje agreste donde el viento tiene una continuidad y una fuerza que hemos visto en pocos sitios.

El Cabo de San Vicente representa el comienzo de la Costa Vicentina portuguesa, un parque natural que se prolonga durante más de 100 kilómetros hacia el norte, ocupando la zona costera del Alentejo y llegando hasta la zona de Troia, al sur de Setúbal. Se trata de una zona de costa con playas excepcionales, pocos pueblos y ciudades alrededor y menos visitantes de los que podía esperarse. No obstante, sus playas son todo un paraíso para los amantes del surf.

Puesta de sol

La puesta de sol nos pareció un espectáculo mágico y hermoso. A pesar de estar a finales de octubre y que no salen en estas fotos, el lugar estaba lleno de turistas observando el bello atardecer. Un consejo es que aunque haga calor por el día, si te acercas a este lugar para ver la puesta de sol, llevar alguna sudadera o abrigo en el maletero porque suele hacer casi siempre mucho viento y frío.

Al Cabo San Vicente se le conoce como el «Finisterre portugués», ya que en España asociamos con Finisterre un aura de final del mundo, de límite de lo civilizado frente a lo salvaje y lo desconocido, frente al mar abierto que sólo podía provocar temor en aquella época en la que no sabíamos que había al otro lado, incluso si existía ese otro lado. En Portugal pasaba lo mismo con este cabo.

El Cabo de San Vicente nos pareció un lugar especial. Es como subirse a las alas de un pájaro y ver el mar desde el aire. Atardeceres hay muchos, sí, pero este lugar debido a su privilegiada situación es sencillamente espectacular.

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