Situada en la provincia de Sevilla, la bonita villa de Morón de la Frontera se levanta sobre un cerro en medio de la campiña, regada por los ríos Guadalete y Guadaira. Te recibe con el espectacular perfil de su castillo, que tuvo una gran importancia en tiempos de los árabes. A sus pies se despliega el pueblo, presidido por la Iglesia de San Miguel, del siglo XVI, que tiene una espectacular nave. El casco urbano conserva también otros templos de interés, como S. Ignacio, La Victoria y San Francisco, y un animado paseo dedicado al famoso «Gallo de Morón«, protagonista de una copla y una leyenda que dice así: «como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando«.

Morón de la Frontera se encuentra situada en el centro de la comarca de la sierra sur, a 67 kilómetros de Sevilla. Limita al norte con el municipio de Marchena y Arahal, por el este con La Puebla de Cazalla, y por el sur con los de Montellano, Coripe, Pruna y la provincia de Cádiz.

Parte del patrimonio arquitectónico de Morón de la Frontera está declarado Bien de Interés Cultural, con la categoría de Conjunto Histórico-Artístico. Por ejemplo, cuenta con la Iglesia de San Miguel (imagen de arriba), conocida como la «Catedral de la Sierra Sur«, que con su torre recuerda a la Catedral de Sevilla y la Giralda.

Los orígenes de la ciudad se remontan a la prehistoria, con el desarrollo de los primeros asentamientos humanos en torno al monte donde hoy se sitúa un castillo del siglo XIII. Por este motivo y por su accidentada orografía, el casco histórico está compuesto por calles angostas, sinuosas y empinadas, mientras que los nuevos barrios se asientan en la llanura propia de la campiña. Los asentamientos más antiguos datan del Calcolí­tico, como se puede ver por los restos hallados, entre los que destaca un dolmen.

La actividad económica de Morón se fundamenta en los sectores de la construcción, el aceite de oliva, los cereales, las conservas vegetales, la extracción de óxido de calcio y, en menor medida, el turismo. En los años 40 y 50, la cercana construcción de la Base Aérea Española de Morón de uso conjunto con los Estados Unidos, atrajo mucha mano de obra especializada y movimiento económico, provocando un considerable aumento de la población.

La ciudad se encuentra bien comunicada por carretera, con buenos servicios turísticos, hoteles y una buena oferta bares y restaurantes donde degustar su gastronomía a base de productos silvestres. Los olivares proporcionan unos excelentes aceites y aceitunas de mesa. La aceituna de mesa autóctona es la Morona, que se hace “de forma casera” o industrial y se conocen como las «aceitunas partías de Morón«.

Fuimos a Morón de la Frontera por el motivo de recoger a ❤❤AMOR❤❤?? (la hermosa galga que hemos acogido en adopción) y de paso decidimos pasar allí el día y hacer un post para nuestro blog de viajes. Del mismo modo, queremos aprovechar también para darle las gracias a Alicia por su bonita labor en «Callejeros Morón«. 

Para más información, el grupo «Callejeros Morón» se creó por un grupo de amigas en el 2015, que habiendo colaborado con anterioridad en refugios y asociaciones decidieron colaborar por su cuenta en contra del abandono y el maltrato animal??.

Estatua del Gallo de Morón

Nuestra visita a Morón de la Frontera empezó en el llamado Paseo del Gallo, también denominado Peña del Gallo. El florido paseo fue construido a principios del siglo XX a instancias de Jerónimo Villalón-Daóiz y Pérez de Vera, quien encargó al escultor sevillano José Márquez la realización de la escultura del Gallo de Morón para situarla en este lugar que, desde 1916, recuerda a sus visitantes el dicho «como el gallo de Morón, sin pluma y cacareando«. La escultura está hecha de bronce y pesa 98 kilogramos. Desde aquí se obtienen magníficas vistas al pueblo y sus alrededores, destacando la Iglesia de San Miguel y el castillo (como se puede apreciar en la imagen de arriba).

Famosa es la leyenda del “Gallo de Morón”, que no era gallo ni tampoco de la ciudad moronense. Se trata de una historia que parte del siglo XVI y de la que se cuentan dos versiones. Por una lado, hay quienes dicen que tan peculiar gallo era un recaudador de impuestos que llegó a esta localidad procedente de Granada. El recaudador no fue bien acogido en el pueblo, tanto por su difícil misión como porque poseía un cierto aire de matón y unas maneras pocos correctas. Cuando los lugareños no pudieron soportar más sus desplantes, lo dejaron desnudo, le propinaron una somanta de palos y acebuchazos como despedida. A todo esto, mientras se marchaba, no paraba de protestar y amenazar. De ahí la frase «como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando«.

De esta leyenda queda la copla popular: “Anda que te vas quedando como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando en la mejor ocasión”. La otra variante de la historia es similar, aunque cuenta que el “Gallo” era un juez que llegó a Morón para poner paz entre los bandos que se crearon en el pueblo cuando, a finales del siglo XVI, se constituyó el Cabildo.

Nos encantó caminar por el Paseo del Gallo, ya que está muy bien cuidado y con muchas flores. Aparte de éste «gallo», existe en Morón otra escultura dedicada a ese dicho popular. Es una réplica de la escultura de 1916 y se encuentra en una rotonda situada entre el paseo de la Alameda y la ronda de la Trinidad. Pesa cerca de una tonelada y es de acero inoxidable, fue esculpida por Otilio Ruiz y colocada en junio de 1999.

Bajada a la Iglesia de San Miguel

Al lado del Paseo del Gallo, bajamos por una calle con escalones en dirección a la Iglesia de San Miguel.

Desde aquí se obtiene también una buena vista a los restos del Castillo de Morón.

Iglesia de San Miguel

La Iglesia de San Miguel Arcángel, nombrada por los expertos la “Pequeña Catedral de la Sierra Sur”, es el principal monumento de esta ciudad. Edificada entre 1506 y 1730, sobre las ruinas de un templo medieval, posee mezcla de estilos gótico, renacentista y barroco. Once arquitectos intervinieron en las obras de este edificio de grandes proporciones. Está declarada Bien de Interés Cultural.

Su torre campanario, de origen almohade, imita a la Giralda sevillana. Data del siglo XVI, tiene 4 cuerpos y 47 metros de altura. 

En el interior, se da culto a la Inmaculada Concepción, obra de la Roldana y San José, patrones de la ciudad. Destaca el Sagrario de la Capilla Mayor y Sacramental, de los siglos XVII y XVIII.

Subida al Castillo

A continuación, subimos al castillo. Desde la plaza que se halla a la derecha de la Iglesia San Miguel, se puede llegar andando en menos de 10 minutos. Aunque el castillo se encuentra en lo más alto de un cerro que ocupa la parte central de Morón, se recomienda subir caminando, ya que el único acceso de subida para vehículos es muy estrecho, de tierra, empinado y de doble sentido.

Durante la subida, podrás apreciar unas bonitas vistas panorámicas tanto del pueblo, como de la campiña y la sierra sur sevillana.

Castillo

Sobre una colina de 300 metros de altitud situada en el mismo centro de la localidad, se alzan las ruinas del Castillo árabe de Morón de la Frontera, declarado Bien de Interés Cultural.

Es el vestigio arquitectónico más antiguo que posee Morón. Fue edificado durante la dominación musulmana y posteriormente transformado por los Duques de Osuna en palacio fortaleza. El castillo sirvió de cuartel a las tropas napoleónicas durante la guerra de la Independencia y fue volado en el año 1812 por los franceses durante su retirada. Incluido en la Ruta de Castillos de la Reconquista, destaca la Torre del Homenaje o Torre Gorda.

Ayuntamiento

Para terminar la visita a Morón, fuimos andando a recoger a Amor, nuestra galga adoptada. Antes, pudimos ver el Ayuntamiento, donde destaca su bella fachada principal. El edificio data de 1593, con reformas de 1878. Merece la pena prestar atención al reloj de Losada de su fachada, similar al de la Puerta del Sol de Madrid. En su interior se conserva el libro de Actas Capitulares más antiguo de toda Andalucía, de entre 1402 y 1426 y el tercero de España. Además, su Salón de Plenos y la escalinata señorial resultan notables.

Morón de la Frontera es una bonito municipio a la par de acogedor y con unos habitantes muy simpáticos y agradables. Visita obligada a la plaza del pueblo, al castillo, y a sus iglesias (destacando la de San Miguel). Te gustará andar por sus calles en una de estas tardes de paseo.

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